Una disputa tiene lugar por estos días al interior de la Sociedad Hebraica Argentina, que cumplió 90 años. El eje es la tradicional sede de la calle Sarmiento, en Once, que podría ser vendida para construir una universidad.

La SHA tiene 6500 socios, de los cuales un grupo -que incluye a la conducción- quiere vender el edificio ubicado en Sarmiento 2233, entre Pasteur y Uriburu. Alegan que el lugar «está obsoleto» y que produce un déficit económico. Quieren enfocarse en la sede de Pilar e inaugurar una nueva en Belgrano.

Hebraica es un ícono entre las asociaciones y centros de la comunidad judía, junto a Macabi y Hacoaj. Se destacó por décadas no sólo por sus actividades deportivas sino especialmente por su oferta cultural: obras de teatro, exposiciones y exhibiciones de films. De hecho, en la sede Sarmiento funciona el prestigioso Teatro SHA.

Otros se oponen al destacar el valor histórico, sentimental y patrimonial del inmueble. Creen que hay otras salidas que no incluyen la venta. Además, denuncian «irregularidades» en forma en que se avanza con la decisión.

La disputa se dirimirá el 29 de abril, cuando está prevista una asamblea en la cual se decidirá si la histórica sede pasa a manos del sindicato de los encargados de edificios -Suterh- que conduce Víctor Santa María, o queda en manos de la comunidad judía.

La Sociedad Hebraica Argentina fue creada en 1936. El club empezó a funcionar en la década del 40 sobre el edificio de la calle Sarmiento. En los 60, la sede fue ampliada a través de la construcción de una torre, que se mantiene en pie hasta hoy.

Hace dos años, ante una oferta de Santa María, decidieron vender cinco pisos de los 15 que conforman la torre.

Y este verano, Suterh hizo una nueva propuesta, esta vez para adquirirla por completo y transformarla en sede de la UMET (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo).

«Nos enteramos de la venta hace cuarenta días, cuando ya estaba prácticamente todo lanzado. Hemos intentado, pero no hemos podido recabar la información que solicitamos sobre la venta. Esto ocurrió de un modo poco ortodoxo, extraño», dice Rogelio Szmukler, uno de los socios.

«Nuestra institución tiene 91 años de existencia. Durante 89 años todas las asambleas se realizaron en nuestra sede de la calle Sarmiento. De la noche a la mañana y para vender una parte, hace aproximadamente dos años, se convoca a una asamblea en un lugar que no era el indicado, no era natural, y se logró vender una parte. Cuando se aprueba la venta, la dirigencia, que sigue siendo la misma, nos dice que lo obtenido por esta venta se iba a aplicar a mejorar el edificio, modernizarlo y mantenerlo en condiciones. Esto no se cumplió, prácticamente no se hizo nada», agregó.

Por su parte, el presidente de Hebraica, Diego Dinitz, argumentó sobre los motivos por los cuales se quiere vender la sede: «Hace muchos años los socios abandonaron la sede Sarmiento. Sobre 6500 socios, solamente 200 concurren a la sede Sarmiento. Conforme a nuestros registros, el 40 por ciento vive en Belgrano. Y si se suma el corredor norte, es decir, Barrio Norte, Palermo, Núñez, Villa Urquiza, allí vive el 75 por ciento. El resto está repartido en Villa Crespo, Almagro, Caballito y Flores. El último en la escala es el Once».

«Hebraica no se vende. Estamos mudando la sede a una nueva, que ya es propiedad nuestra y que a fin de año estará funcionando en Ciudad de la Paz al 1000, para ahí recuperar lo que fue Hebraica siempre, un faro social y cultural», agregó.

El nuevo edificio fue entregada por Suterh como parte de pago. Consultado acerca de sus dimensiones, Dinitz dijo: «En la sede actual se dedican unos 350 metros cuadrados a la actividad social y cultural. La nueva sede tiene 950 metros. Así que estamos triplicando la cantidad de metros destinados, en un edificio más moderno, con tecnología de última generación, para mayor confort».

Además, Dinitz destacó que la sede de Sarmiento está «obsoleta» y que algunas de sus instalaciones deportivas no cumplen con las disposiciones de la Ciudad».

La perspectiva de Szmukler sobre el mismo inmueble es diferente: «Es un petit hotel que está desarrollado en un lote de 866, clásico, no funcional para los fines para los que necesitamos. Y aunque lo compramos, no fue comprado ad hoc, para la sede, sino que se nos entregó como parte de pago».

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